EL VALOR DE SALVAR UNA VIDA
Leí
por allí que para salvar una vida, solamente se necesita ser humilde y sencillo, pero particularmente
pienso que se requiere mucho más, como valor y espíritu de servicio. En esta
historia que les cuento, eso se evidencia.
Nací
y viví en San Carlos un pequeño pueblo, ubicado en las márgenes del rio
Escalante, el cual, se caracterizaba por la vida tranquila de sus habitantes.
Pueblo agropecuario que el rio separaba de otra población hermana. Allí, las familias se dedicaban a la agricultura, a
la pesca y a la ganadería.
Los
niños asistíamos a la única escuela que había en el pueblo y éramos vigilados
por el policía escolar, quien recorría las calles, la plaza y los lugares donde
sospechaba que los chicos pudiésemos ir a jugar. Cuando veía a alguno vagando
por el pueblo, lo llevaba de inmediato de regreso a la escuela y pasaba la
notificación a los papas, en sus respectivas casas. El policía escolar nos
conocía a todos y sabia donde vivía cada uno de nosotros.
En
ocasiones nos poníamos de acuerdo para faltar a la escuela y poder irnos a bañar al rio. Algunos de nosotros
estábamos aprendiendo a nadar. Casi todos teníamos entre once y doce años y estudiábamos en el mismo salón de clases. Nos gustaba
jubilarnos de clases e ir a pescar o a nadar. Lo interesante para nosotros era
divertirnos y la maestra que nos había
tocado, para nada la considerábamos divertida.
En
una mañana, cuando íbamos camino a la escuela, nos pusimos de acuerdo para no entrar a clase; luego de
haber decidido el punto de encuentro, cada uno de nosotros salió por su lado, de modo que no nos viesen
en grupo y así, evitar que el policía escolar nos descubriera. La última vez nos
había encontrado en la parte que llamábamos
la playita del rio, por eso en esta oportunidad cambiamos de lugar y
nos fuimos hacia los lados del puente.
Nos
quitamos los uniformes escolares y nos
quedamos en calzoncillos para
evitar que se mojara la ropa, la cual doblamos cuidadosamente y colocamos lejos
de la orilla del rio. Nos cercioramos que el policía escolar no anduviese por
ahí cerca y nos metimos al agua. Ya yo sabía dar algunas brazadas y nos pusimos
a nadar de una orilla a la otra.
Todo
iba bien hasta que uno de los muchachos que iba nadando delante de mí, sin querer
me pego al chapalear con los pies; al sentir el golpe en mi cara, concretamente
en la nariz y notar que empezó a sangrar, me asuste tanto que me hundí hasta
tocar el fondo del rio con mis pies, como pude me impulsé y subí a la
superficie, pero nuevamente me hundí. Debo reconocer que estaba demasiado
asustado, volví a coger impulso y cuando salí a la superficie, llamé a gritos a mi amigo Argenis, quien al
verme tan desesperado y notar que me había hundido de nuevo, rápidamente se lanzó
al agua para salvarme.
Argenis
era el que más sabía nadar de nosotros y de manera inteligente se sumergió y
metiendo su cabeza entre mis piernas me sacó del agua y me llevó hasta el pilar
del puente. Sin embargo, me encontraba tan asustado que no podía por mí mismo
alcanzar la orilla. Una vez que me tranquilicé, Argenis de nuevo me ayudó a
salir del agua.
Es
importante decir que el Escalante es un
rio de llanura, por lo tanto es un rio caudaloso y profundo, de aguas color de barro y además bastante
ancho, aproximadamente, si mal no recuerdo como de unos cuarenta metros.
Así que pueden imaginarse el enorme susto que me lleve.
Todos
nos asustamos, incluyendo mi amigo Argenis el que me salvó; tan asustados estábamos
que mis amigos le dijeron a mi mama lo que había pasado y recibí unos correazos
por haber faltado a la escuela.
Jamás
he olvidado este episodio de mi vida, diariamente doy gracias a Dios y le pido
por aquel amigo que de forma valiente y
con mucha solidaridad salvó mi vida.